El relato del candidato Romney

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Cuando el republicano Mitt Romney sea elegido éste verano candidato a la Presidencia de los Estados Unidos y oficialmente sea el adversario de Barack Obama, tendrá que reenfocar su imagen para conseguir ganar las elecciones. Ya no sólo tendrá que dirigirse al votante ideológico de su partido, sino que deberá tener cintura para llegar a conseguir el voto centrista y de los grupos minoritarios del país. Para ello, el mensaje será diferente del que ha utilizado en las primarias. Su relato tiene que evolucionar, no puede quedarse en la imagen proyectada hasta ahora que le ha servido para asegurarse el billete a la Casa Blanca.

En política los mensajes racionales ya no llegan con fuerza a los destinatarios. Debemos aprender a comunicar de una manera más emocional, por eso las campañas cada vez intentan conectar con la parte emocional de la gente. Y la parte emocional de una campaña básicamente la encontramos en la persona del candidato o candidata. El mismo Obama dijo: “Tuve que descubrir y entender mi propia historia antes de poder escuchar y ayudar a los demás con las suyas.”. Quién quiera llegar a la primera línia de la política sabe que, tarde o temprano, su vida privada puede trascender a la opinión pública, por lo que no se entendería que defendiera unos valores y practicase los contrarios en la intimidad.

Así pues, el relato o storytelling entra en lo privado; al presidente de un estado le puede hacer más daño su adulterio con una becaria que errar en tomar una decisión política. Los Caucus y primarias republicanas han sido la prueba de fuego de Mitt Romney para pasar el examen sobre su rico patrimonio y los impuestos que paga al estado cada año. Su perfil de conservador moderado no le salvará si continua evitando entrar en el debate de millonario que paga pocos impuestos. De momento, el Presidente Obama ya le ha retado a hacer pública su declaración fiscal sin que haya habido aún una respuesta firme del candidato. Éste asunto es el punto débil de Romney, mientras esté dispuesto a permitirlo.

Para estas elecciones presidenciales, tanto Romney como Obama deben trabajar de nuevo su relato. El objetivo ideal es vehicular el mensaje político a través de la propia biografía del candidato, tal y como narra Francisco Javier Luque Castillo, y que el mismo Obama consiguió en 2008. Pero es algo que está al alcance de muy pocos líderes. Si el posicionamiento del candidato sobre distintos temas adquiere un sentido reforzado por su conexión con cierto episodio o circunstancia de su trayectoria vital, dota de credibilidad el discurso. Romney necesita mejorar y encontrar un relato que lo conecte con la gente, no puede encerrarse en ignorar su estatus ni sus obligaciones como ciudadano.

La interrelación con el adversario ayuda también a la construcción de la historia personal y de los ideales del candidato. Si los demócratas atacan el perfil especulativo del republicano, éste debe ser hábil para romper esa imagen que le perjudicaría durante toda la campaña. Mitt Romney aún tiene un cierto margen para crearse un relato ganador, aunque el inquilino de la Casa Blanca esté bien posicionado en las mentes de sus votantes. Si el republicano no se define y le pone las cosas difíciles a su contrincante, Obama podrá continuar basando el discurso en la biografía que le hizo ganar hace cuatro años.

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