Hoy en día es complicado que los personajes famosos lleven una vida discreta, con la cantidad de medios que existen para difundir una notícia, imagen o vídeo cualquiera les puede pillar en una situación comprometida. Una inocente celebración es capaz de convertirse en una diabólica noche loca que puede terminar con toda una carrera artística o política, solo hace falta que quien menos te lo esperes haga una foto y la cuelgue en internet. Ni las fotos hechas por uno mismo con el teléfono móvil estan seguras ante el acoso indiscreto del público, como le pasó a la actriz Scarlett Johansson y que el humorista Berto Romero supo aprovechar para parodiarlas. Pero, el caso es que, hay celebridades que, siendo conscientes o no, protagonizan escenas violentas y poco ejemplares que desacreditan su imagen personal. ¿Qué hacer ante tal problema para recuperar el prestigio?
Una de las soluciones es salir a la palestra y reconocer el error, a la vez que pides perdón. Esto se recomienda cuando lo sucedido es de tal gravedad que el personaje no puede obviarlo porqué ha afectado físicamente o moralmente a terceros. El escándalo sexual del expresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, con su becaria Mónica Lewinsky sería el ejemplo. O las acusaciones de adulterio del republicano Herman Cain que le han frustrado la carrera hacia la Casa Blanca. Pero hay veces que un simple desliz humano te puede llegar a hundir, si no se reacciona inmediatamente. Ahí es cuando el humor puede ayudar a limpiar la imagen del famoso en cuestión. Reírse de uno mismo es señal de tener madurez, autocrítica y humanidad. Cuando uno necesita sentirse seguro y teme ser el foco de las risas, puede neutralizarlo si reconoze con sentido del humor sus propios errores y utiliza la autoparodia para atajar los ataques.
[Tweet “El público sabe perdonar si reconocemos el error y se lo explicamos con sinceridad y autocrítica.”]
Esta misma semana, el actor Alec Baldwin ha aparecido en el programa de sketches Saturday Night Live pidiendo perdón a si mismo, después de ser expulsado del avión en que viajaba por jugar con el móvil, cuando los aparatos electrónicos tenían que estar apagados. Hace unos meses, otro actor también protagonizaba un momento de crisis personal en un avión. El francés Gerard Depardieu aprovechó que estaba rodando Asterix y Obélix para autoparodiarse cuando en una escena orina en medio del pasillo del vuelo, tal y como había hecho en la realidad unos días antes. En el campo de la política, recientemente tenemos el caso del candidato de las primarias republicanas, Rick Perry, que en uno de los debates con sus adversarios de partido se quedó en blanco. Después del traspié, todos los medios de comunicación daban la carrera de Perry por perdida. El equipo de campaña tuvo que reaccionar rápidamente para que a la mañana siguiente su candidato apareciese en los programas matinales salvando la situación. Hasta consiguieron negociar una aparición en el show de David Letterman donde Perry se autoparodiaba.
Una solución ante un problema de imagen que pueda perjudicar la carrera profesional, como hemos visto, es la autoparodia. Para ello hay que saber reaccionar con el grado de intensidad preciso para que el remedio no termine por hundir más al personaje. El público sabe perdonar si quien ha provocado el incidente se lo explica con sinceridad y autocrítica. Los casos comentados anteriormente han conseguido contrarrestar el escándalo público o privado. Aunque no siempre es así. La mejor cura siempre acaba siendo la honradez.