En el campo de la comunicación política hay un elemento que merece más atención de la que ha recibido hasta hoy. Me refiero al rumor, ese chismorreo que corre de boca en boca consiguiendo el mismo efecto que si hubiese sido anunciado por televisión en el descanso de la Super Bowl. Desde siempre, el rumor ha estado muy presente en nuestras vidas, ya en el patio del colegio o en la peluquería estábamos expuestos a escucharlos y contarlos. El afán humano por tener información y saber más que nadie puede desencadenar mensajes seductores y ambiguos que son destinados a ser creídos. El rumor puede nacer de una manera no intencionada o con una clara voluntad estratégica para debilitar a la víctima del runrún. Aunque a veces es difícil controlar el efecto y puede convertirse en devastador o quedarse en una mera anécdota inofensiva.
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El poder siempre ha sido el blanco de los rumores. Los políticos reciben diariamente informaciones incontroladas que, principalmente, afectan su perfil más personal. Cuanto más alto es el cargo más transita el supuesto cotilleo, por eso en España los principales rumores han tenido de protagonistas a presidentes del Gobierno y miembros de la Casa Real. Así ocurrió con el caso del supuesto romance de José María Aznar con la actriz Cayetana Guillén Cuervo, y más tarde, cuando ya no era presidente, protagonizó una noticia publicada en un medio marroquí que le atribuía la paternidad del hijo que esperaba la ministra francesa, Rachida Dati. En el primer ejemplo, la actriz negó el rumor en un comunicado, pero no fue atajado hasta que la esposa de Aznar, Ana Botella, cuando preguntada por el romance de su marido contestó “¡Qué más quisiera él!”. Una buena respuesta de quien supuestamente era la víctima indirecta del bulo y que dejaba el mandatario al margen de la polémica. En el caso de la supuesta paternidad, Aznar envió un comunicado a los medios negando personalmente la veracidad de la información publicada.
Cuanto más verosímil es la historia, más rápida puede ser la propagación del rumor. Además, con los medios digitales y las redes sociales es realmente fácil que se extienda a la velocidad de la luz. Para los expertos en comunicación, poner fin a un rumor es muy delicado porqué desmentirlo puede llegar a ser contraproducente y hasta producirse un efecto contrario. La negación por parte del político afectado podría interpretarse con demasiada importancia cuando no es así. Sin ir más lejos, en las pasadas Elecciones Generales, Mariano Rajoy aprovechó una entrevista para despejar dudas sobre su supuesta homosexualidad y desmentir las informaciones que corrían sobre su posición contra el matrimonio entre personas del mismo sexo. En esta ocasión, Rajoy en plena campaña electoral hizo bien en aclarar su apoyo al colectivo gay, después que en el debate cara a cara se mostrase ambiguo a la cuestión. Un rumor en campaña es imprescindible que sea neutralizado porqué puede dañar al candidato y sus aspiraciones.
El actual Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, sufrió en sus propias carnes rumores envenenados que podían haberle afectado en las urnas. Por eso, su equipo puso en marcha una web para combatir las mentiras a base de denegarlas con documentación. Obama tuvo que probar que no fue educado en una escuela islamista ni que había nacido fuera de EE.UU. Ya de presidente también ha tenido que lidiar con mentiras como la que le acusaba de llevar la eutanasia en su propuesta de reforma sanitaria, por eso volvió a crear otra página en internet para desmentir esos rumores. Una táctica que no le ha funcionado mal, pero que no ha evitado que algunas de las historias hayan acabado calando en la sociedad norteamericana. Según un sondeo, uno de cada cinco personas aún piensa que su presidente nació en el extranjero. Obama es el ejemplo de político que ha tenido que hacer frente a muchas historias sin fundamento generadas por sus adversarios. Una de las tácticas del Partido Republicano como oposición es contaminar el gobierno demócrata atribuyéndole debilidades o hechos poco deseables ante el votante para conseguir restarle puntos.
Las personas somos consicientes que la información tiene dos vias; la principal por la que circulan las noticias públicas y oficiales, y otra con los sucesos oficiosos o falsos. Hay rumores que llegan a crear una via intermedia y que terminan por ser muy influentes. Una muestra la encontramos en la economía que actualmente llena páginas de periódicos con suposiciones y rumores, como los ataques especulativos de los mercados hacia los países de la Unión Europea. En la política el rumor influye directamente en la ciudadanía, lo que provoca que si esa información contaminada requiere de una solución para que se interrumpa y muera, tiene que pasar por la transparencia y honestidad del afectado. Al fin y al cabo, la naturalidad y llevar una vida sin estridencias es el mejor argumento de defensa.
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